sábado, 24 de noviembre de 2007

Juicios


Tal vez, uno de los mayores juicios sea el pretender determinarlos como realidades definitivas, sin posibilidades de ser transformados; Tal vez, el mayor juicio sea pretender determinarnos como realidades definitivas, empoderarnos de nuestra propia realidad y de las evaluaciones arbitrarias que hacemos desde este trono insípido; Tal vez el verdadero juicio sea el empoderamiento que hacemos de él, y la utilización de éste para imponer grados de realidad y credulidad por sobre otros.

Tal vez ahí la trampa del inquisidor, la dirección congelante e inanimada a la que insistentemente invita para dormir en un lugar supuestamente seguro, haciendo creer que libertad es tener posibilidad de hacerse propietarios de algo, y hacer lo que dé la gana con eso, aunque este algo sea sólo una imagen. -No importa, la referencia del mundo dice que debemos ser algo, tener algo, sino no somos.Es desde ahí, desde la adictiva necesidad de referenciarnos a algún elemento del mundo para justificar la realidad, es que los juicios hacen esclavos a quienes los emiten; desde ahí el condicionamiento sociocultural carcome y enajena las acciones, en la invisible necesidad de que nos reconozcan, reconozcan nuestros actos y le otorguen veracidad; sólo desde ahí creemos caminar, desde una referencia que se referencia a si misma, en otras palabras en mordernos la cola unos a otros. Por eso el absurdo del empoderamiento del juicio, porque genera la ilusión de que podemos caminar aferrados a pasos ajenos, de que podemos ser libres solo con enunciarnos como referencias de otros caminos.
Nos guste o no, el camino siempre es solo.

Apoderarnos de las ideas sólo conduce a cooptar las infinitas posibilidades que estas nos ofrecen, asimismo una idea de juicio coopta la decisión para encadenarnos a una imagen moral creada por el propio condicionamiento, imagen a la que le entregamos el poder de decidir qué está bien y qué está mal para nosotros. Por eso también recreamos una imagen de juicio como justificación para evitar el salto, porque aún creemos al carcelero de las decisiones que muestra en una pantalla la imagen que nos muestra las posibilidades acerca de cómo es el mar, qué profundidad y temperatura tiene, qué colores y qué matices lo circundan, qué sonidos y olores pueden percibirse en él. El mundo es víctima de Ilusiones, sólo ilusiones para mantener el verdadero cuerpo dormido.
Las ideas adquieren poder mientras más impersonales pueden éstas experimentarse.

Sin embargo, el juicio, sin una idea preconcebida de tal, de por sí es una posibilidad, un concepto vacío en un espacio negro (o en blanco), nada más que eso (o todo eso); he ahí el lugar de la decisión, el propósito y la línea del viaje con el cual se involucra el guerrero. Como cualquier elemento del inventario que puede ser herramienta o veneno, el juicio tiene la potencialidad de ser transformado en acto conciente, en un desatino conducido por el corazón: Tomarlo, deshacerlo, vestirlo de peluca y traje espacial, ponerle pepas de zapallo por ojos, escribir libros y comentarios picantes, comérselos con chunchules y llevarlos a pasear a caballo con una guitarra pueden ser siempre lo mismo, pueden ser los ojos abiertos que ven en sus manos la posibilidad de la libertad ilimitada.

Sólo somos nosotros cuando renunciamos a la identidad del impostor, cuando dejamos el valor de propiedad de ser yo para ser otros, es ahí que nos convertimos en propósito; somos simplemente nosotros equivocándonos, cayendo y encontrándonos, el resto sólo ilusión, una imagen y un juicio preconcebido acerca de cómo se debe andar por el camino.

El infinito nunca es la imagen, nunca es el sucedáneo de la visión ajena, siempre es la acción pura y transparente del ahora, de enfrentarse desnudo a lo desconocido, y por qué no, verlo con ojos de planeta y enfrentarnos a todo lo impersonalmente concebible.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Podemos no elegir de la baraja


Cuando el andar se torna arrastrar los pies en el lamento continuo de la falta de oportunidad, tragando ansiosamente un saco de aspirinas para adormecer la cruda realidad que supuestamente enfrentamos, es cuando verdaderamente aceptamos la orden de olvidarnos de creer, es cuando renunciamos a nuestra propia libertad, aunque sea esta el caer y sentir dolor verdadero, no uno que nos han enseñado a sentir.

Cuando por miedo somos incapaces de enfrentarnos a nuestra propia miseria, es cuando aceptamos sin querer el mandato, la orden que nos invita a descansar placidamente frente a la pantalla porque ya han tomado la decisión por nosotros, porque hemos aceptado que nuestra historia ya está escrita y lo único que debemos hacer es continuar durmiendo porque "la vida es así". Parece que ya estamos convencidos que sólo podemos buscar una carta de la baraja que se nos ofrece, una referencia para anclarnos al mundo.

¿Y si en lugar de una carta tomamos un sombrero, un precipicio, o tal vez una bañera?

Porque no creemos que en verdad podamos tomar lo que en queramos tomar es que nos escupen la enfermedad y la prohibición, es por eso que las aceptamos como realidad, aunque esta haya sido arbitrariamente impuesta. Por eso nos babeamos día a día por la medicina que nos ofrecen y venden, aunque sepamos en el corazón que está lejos de ser la verdadera cura; la aceptamos para conformarnos y así evitar la bochornosa experiencia de vernos como somos en realidad.

Sin embargo aun estamos aquí, estamos para dar vida a lo imposible, estamos para averiguarlo. Sólo debemos elegirlo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Los días son todas las líneas que alcanzamos


Los días tienen siempre el rostro y los ojos de quien contempla y percibe cada segundo, cada matiz, cada veta y cada sonido de la experiencia que se esconde en el presente. Los días son todos los caminos que podemos elegir mientras caminamos, son todas las líneas que somos capaces de alcanzar cuando conducimos nuestro cuerpo, son todos los sueños que podemos transformar cuando queramos. No son las cosas que nos suceden las que nos transforman, no es el tiempo que vemos pasar, somos siempre nosotros actuando, haciendo frente a la posibilidad de hacer suceder el acto mágico de crear la realidad. Somos nosotros sucediendo el instante de infinito.