jueves, 24 de julio de 2008

Cuando interpretamos de la realidad


Constantemente buscamos comprender al mundo que nos circunda. Buscamos entendernos y hallar propósito en nuestra actividad, en nuestro camino si es que queremos llamarlo así. Algunos podrán decir que buscan sentirse útiles en lo que hacen, otros querrán obrar con sentido para lograr felicidad, satisfacción, realización.
Palabras, ideas, emociones y sensaciones se han esparcido sin discriminar tiempo ni espacio para darle explicación a los giros y a los estímulos de la realidad; motivaciones e ideas son múltiples como múltiples también han sido y son los mecanismos y herramientas que se han utilizado para orientar la búsqueda del aparente esquivo misterio de la existencia: observamos, asociamos, separamos y decidimos; conducimos, comunicamos, integramos y damos forma con el objeto de entender los estímulos que aparecen irrefrenablemente frente a nuestros sentidos, actuamos para darles una forma, algo que sea conocido para nosotros, algo que nos haga sentirnos más parte de lo real, más integrados al mundo que compartimos con otros.

Buscamos comprender al mundo, y mientras lo hacemos, al unísono, él también nos sigue. -El mundo también nos busca e invita incesantemente a sumergirnos en él-.
Utilizando sus propios mecanismos de integración, una fuerza aparentemente invisible, una corriente de algún tipo nos compele a participar de un silencioso juego que tiene como reglas básicas: " mientras más conocido es lo que veo, más real es" "mientras más forma y razón, más entendimiento puedo poseer". Así, mediante un simple juego, llegamos a ser entendidos por el mundo, a ser codificados y determinados en el casillero que más encaje con los estímulos que entregamos; así, mediante una simple ecuación, entramos a ser "reconocidos".

Cuando debemos optar por el significado de la realidad, por efecto de la inevitabilidad de la decisión en este juego, llegamos a un punto donde el ahora nos desafía a ver lo que enfrenta nuestros sentidos, y es ahí, justamente ahí cuando el mundo intenta su jugada maestra, ahí el mundo se ofrece rápida y generosamente a acompañarnos en esta elección, nos abraza mostrándonos un abanico de formas, ideas y posibles interpretaciones acerca del significado del estímulo que nos acaba de llegar. Se nos ofrecen y sugieren signos y símbolos, rituales y convenciones, protocolos y acciones del deber ser, se nos ofrecen palabras de ciencia y razón. Así, como en su conjunto de ofertas, este acompañante que busca amistarse con nosotros se convierte asimismo en una paleta de opciones de las que podemos tomar con absoluta seguridad, sin temor a equivocarnos o a caer en un indeseable abismo de no entendimiento. Directa o indirectamente, horizontal y verticalmente, profunda y superfluamente se nos ofrece un seguro de estabilidad respecto al significado la percepción que se obtiene en el presente, y es por eso, por esta estabilidad ofrecida (donde sabremos que tendremos la posibilidad de compartir con otros estos significados en común) que generalmente aceptamos tomar de esta paleta.
Lo hacemos, optamos por el significado de segunda mano pese a que en muchas ocasiones sepamos que el color que estamos buscando no existe en lo que nos ofrecieron. Aceptamos por miedo tal vez, por temor a estar ajenos y ser expulsados de lo que supuestamente es real, puede ser; pero más allá de las justificaciones e hipótesis que podremos tener, estará el hecho de la aceptación de este simulacro de realidad. .

Pensamos y afirmamos : -Esto es de esta manera, sí, este debe ser el significado de lo que me sucede. Recurrimos a nuestra memoria de hechos e historia y decimos: -Esto es lo que creo que veo, esto es lo que entiendo, esto es lo que se me muestra. Pensamos y afirmamos, asociamos en base a nuestra historia personal, y como buenos herederos del método científico, o simplemente por miedo, buscamos corroborar la veracidad de la afirmación que hemos hecho.
Así terminamos de firmar el contrato de realidad que se nos extendió, las cláusulas las siguientes:

-Por una parte ofrecemos al mundo nuestra decisión, restringiendo muestras opciones a las que estén dentro del inventario que se nos ofrece y a cambio, este nos entrega veracidad y seguridad respecto lo que estamos diciendo, asociando y pensando, asunto que luego, por efecto retroactivo del contrato nos llevará directamente a aclamar en el diálogo interno: Sí, esto es la verdad.

Así se interpreta la realidad.

Sucede que al firmar este contrato que nos ofrece seguridad con lo percibido no se nos ha dicho, o no hemos querido escuchar que también estamos aceptando silenciosamente las condiciones de esta opción, que estamos aceptando la letra pequeña del contrato, que obliga a limitar la visión y la percepción a ojos que nunca alcanzan a ser son nuestros, a hacernos dependientes de decisiones que se toman por nosotros, y aferramos constantemente a imágenes estáticas y a simulacros que no tienen el poder de alinearse con el presente, con ese misteriosos flujo constante y latente del ahora.

Cuando decidimos que elijan por nosotros, negamos la posibilidad a ver y a discernir por nosotros mismos sobre los significados, los colores, los aromas, las texturas y las lecciones sobre la maravilla y el misterio de la percepción; negamos nuestra propia libertad de partir donde nuestro cuerpo nos lleve para así enfrentarnos solos con lo desconocido y reconocer nuestra verdadera piel y predilección, así como también negamos permanentemente la posibilidad de vencer nuestros miedos, hacer desaparecer todas las ilusiones para hallar y darle propósito a nuestra existencia.

Entender es dejar de entender, es el seguir el movimiento del presente sin interpretar ni congelarse en la imagen, es afrontar el vacío sin reafirmaciones ni seguridades, sin formas, ni moldes, ni guías, es el puro vértigo. La parcialidad nunca alcanza para convertirse en el germen del universo, es por eso que no existen manuales del ahorro de energía y de camino, sino que sólo el mismo andar donde quiera el camino andarse.