Siempre que nos creemos despiertos y lúcidos, algo sucede para demostrarnos lo contrario, para mostrarnos que nuevamente nos estamos mordiendo la cola, que olvidamos una vez más que somos parte de un latido, del pulso de un planeta, de un gran sueño colectivo del que somos parte y unidad, intensidad y ciclo, pasos pequeños, besos humanos para la inmensidad.
Es entonces que notamos la presencia de simpleza, quien nos llama desde con cariño desde su hogar, esa vieja sabia en su edad que nos sonríe siempre paciente para darnos un golpecito y hacernos regresar.