domingo, 18 de noviembre de 2007

Podemos no elegir de la baraja


Cuando el andar se torna arrastrar los pies en el lamento continuo de la falta de oportunidad, tragando ansiosamente un saco de aspirinas para adormecer la cruda realidad que supuestamente enfrentamos, es cuando verdaderamente aceptamos la orden de olvidarnos de creer, es cuando renunciamos a nuestra propia libertad, aunque sea esta el caer y sentir dolor verdadero, no uno que nos han enseñado a sentir.

Cuando por miedo somos incapaces de enfrentarnos a nuestra propia miseria, es cuando aceptamos sin querer el mandato, la orden que nos invita a descansar placidamente frente a la pantalla porque ya han tomado la decisión por nosotros, porque hemos aceptado que nuestra historia ya está escrita y lo único que debemos hacer es continuar durmiendo porque "la vida es así". Parece que ya estamos convencidos que sólo podemos buscar una carta de la baraja que se nos ofrece, una referencia para anclarnos al mundo.

¿Y si en lugar de una carta tomamos un sombrero, un precipicio, o tal vez una bañera?

Porque no creemos que en verdad podamos tomar lo que en queramos tomar es que nos escupen la enfermedad y la prohibición, es por eso que las aceptamos como realidad, aunque esta haya sido arbitrariamente impuesta. Por eso nos babeamos día a día por la medicina que nos ofrecen y venden, aunque sepamos en el corazón que está lejos de ser la verdadera cura; la aceptamos para conformarnos y así evitar la bochornosa experiencia de vernos como somos en realidad.

Sin embargo aun estamos aquí, estamos para dar vida a lo imposible, estamos para averiguarlo. Sólo debemos elegirlo.

3 comentarios:

AnaR dijo...

A veces creo que aceptar las imposiciones es resignarse .Y resignarse , es aceptar una derrota.Prefiero equivocarme con mis propias decisiones.Y jugar sin baraja ninguna.

Un abrazo .Y muchas , muchas gracias por tus magníficos comentarios en mi espacio.

almena dijo...

No es fácil descubrir que somos enteramente libres...

Un beso!

Bambu dijo...

Alguien dijo : siempre es más noble equivocarse alguna vez que desconfiar siempre.